Más de 6,3 millones de sirios han tenido que huir de Siria debido a la guerra. De esos, 5 millones vive actualmente en campos de refugiados. Millones de personas que lo dejan todo atrás: estudios, trabajo, la casa… y a veces incluso amigos y familiares. En esta situación es difícil pensar en las cosas buenas de la vida. Por eso nació Painting on Camps Walls.
Los campos de refugiados suelen ser lugares grises, tristes, que ayudan poco anímicamente a las personas que viven en ellos. Painting on Camps Walls nació para dar un toque más alegre a los campos de refugiados y ayudar también a los niños y niñas que viven en ellos.
Cambiando la vida en el campo de refugiados
La vida en un campo de refugiados no es nada fácil. A todo el sufrimiento que las personas en los campos han vivido, se suman una nutrición precaria, muchas dificultades para encontrar trabajo pero, sobre todo, la desesperación de ver que cada día la historia y los problemas se repiten.
La visita de los voluntarios que ayudan en los campos suelen animar los ánimos. Pero más allá de la visita rutinaria, no hay mucho más.
Painting on Camps Walls: animando los campos de refugiados
Painting on Camps Walls (pintando en los muros de los campos) fue parte de la iniciativa Cosmic Future, la cual pretende usar el arte para ofrecer un futuro esperanzador a las personas en los campos de refugiados.
Gracias al dúo de grafiteros brasileño Cosmic Boys, el colectivo de arte nómada Conexus Project y al colectivo Al Caravan, que organiza talleres culturales en campos de refugiados, nació Painting on Camps Walls.
Gracias a Painting on Camps Walls niños y niñas del campo de refugiados de Beqaa (Líbano), en el que viven más de un millón de personas, pudieron ayudar a los grafiteros Cosmic Boys a pintar su escuela.
https://blog.fairsaturday.org/wp-content/uploads/sites/10/2018/05/Painting-on-Camp-Walls.png6001200fair saturdayhttp://web.fairsaturday.org/wp-content/uploads/2020/08/Logo-Fundacion-Fair-Saturday-web-color.pngfair saturday2018-05-14 07:30:102018-05-14 07:30:10Painting on Camps Walls: dando alegría a los refugiados
Soledad, tristeza, impotencia… son algunas de las sensaciones que muchos niños de hoy en día sienten debido al bullying. De hecho, de acuerdo con la iSafe Foundation, el 52% de los jóvenes dicen haber sido víctimas de bullying.
Por desgracia, este mal que tanto nos acecha no suele atajarse y muchas veces, termina en desgracia. Es más, el 80% de los jóvenes que se suicidan lo hacen, precisamente, por ser víctimas del bullying.
Para hacer frente a ese mal, desde la fundación Fair Saturday lanzamos la iniciativa Cuentos Contra el Bullying. Esta iniciativa busca que niños y niñas de 8 a 23 años reflexionen sobre el bullying y escriban un cuento al respecto.
Historias de personas que han sufrido bullying, que no han hecho nada o del propio acosador que harán abrir los ojos a jóvenes, padres, profesores y, en general, todo el mundo, de lo terrible que puede ser el bullying.
En esta primera edición del certamen, celebrado en Bilbao, más de 600 héroes invisibles han empuñado un lápiz contra este monstruo con cara de niño. 600 historias únicas, de las que se han seleccionado las 30 mejores para crear un libro. Un libro contra el bullying.
Pero no nos conformamos. Por eso, llevamos esta iniciativa también a Santander y Málaga (donde aún podéis participar). Para dar voz a las historias de los jóvenes de estas ciudades. Para seguir luchando contra el bullying de la mejor forma que conocemos: mediante el arte y la cultura.
Y cómo no, con impacto social. Porque, además, tratamos crear conciencia entre los jóvenes de los distintos problemas que hay hoy en día y que se vinculen a uno de ellos. ¿Cómo? Cada niño o niña al escribir su cuento debe seleccionar un proyecto social. En caso de que resulte ganador, el premio de 100€ y los beneficios obtenidos con la venta del libro, se destinarán a dicho proyecto.
Actualmente, el libro de la edición de Bilbao se puede adquirir a través de nuestro Marketplace Solidarters o en diversas librerías de Bilbao, como la librería Campus o El Corte Inglés.
En definitiva, seguimos demostrando el poder transformador del arte y la cultura. En este caso, a través de los lápices empuñados por cientos de chavales.
Nosotros ya hemos dado el primer paso. Ahora te toca a ti.
https://blog.fairsaturday.org/wp-content/uploads/sites/10/2018/03/Cuentos-Portada.jpg6001200fair saturdayhttp://web.fairsaturday.org/wp-content/uploads/2020/08/Logo-Fundacion-Fair-Saturday-web-color.pngfair saturday2018-03-19 08:28:172018-03-19 08:28:17Cuentos Contra el Bullying: el poder del lápiz
Lee Mokobe es un poeta sudafricano residente en Estados Unidos. El arma que usa para defender sus ideas es la poesía declamada. Esta es la historia del poderoso y viral poema sobre qué se siente al ser transexual.
“Hablando honestamente, el arte de transmitir historias a través de la oratoria ha existido a lo largo de los tiempos. Mis ancestros compartieron relatos de dolor, de triunfo y enseñanzas morales alrededor de hogueras. Yo he intercambiado ese entorno por el escenario, pero el antiguo concepto permanece igual. Recitar es una forma de expresarse y de relacionarse con el mundo. Cualquier manifestación artística está pensada para expresar las emociones del individuo, esta también. Es expresión libre.”
Un poema que ha sido escuchado por millones de personas
Su declamación en el escenario TED ha sobrepasado el millón de espectadores y a sus cortos 22 años se ha convertido en un ícono dentro de la comunidad LGBT+.
“Creo que cuando tocas las emociones de alguien, cuando apelas a la conciencia de alguien, le estás empujando a posicionarse, a dar una respuesta y habitualmente lo hace con mucha humanidad. Cuando creas arte que incite a una respuesta, obligas a las personas a ser introspectivas, a mirar dentro de sí mismo y de los demás para encontrar una solución.”
Su poesía nace de sus experiencias personales, él mismo responde con honestidad sobre temas como la discriminación y la dureza de las sociedades africanas con respecto a la comunidad LGBT+.
“Soy negro, pobre, queer (no heterosexuales) y transgénero. Todo eso ha condicionado mi trabajo. Es difícil tener una existencia como la mía y no enfrentarse a la injusticia en cualquiera de sus formas. Escribir sobre ello me sirve para que esa injusticia sistémica y social no me derrote.”
Su trabajo ha roto barreras gracias a las redes sociales, la viralización de su poema ha puesto el foco en temas sociales y políticos de vital importancia. Lee se ha propuesto seguir trabajando para brindar apoyo a personas como él.
“Estoy trabajando duro”, revela, “para mejorar como artista y mejorar mi formación. Y estoy trabajando duro porque, cuando lo consiga podré conseguir becas para jóvenes aspirantes a escritores sudafricanos”. “Por primera vez en años, me he dado cuenta de que debo trabajar para mejorar yo, con el objetivo de poder ayudar a otros en un futuro próximo”.
La primera vez que murmuré una oración estaba en una catedral con vidrieras.
Me quedé de rodillas mucho después que la congregación se pusiera de pie.
Mis manos en agua bendita,
hago la señal de la cruz;
mi diminuto cuerpo se dobla como un signo de interrogación
sobre el banco de madera.
Le pedí a Jesús que me sane
y cuando no me respondió, el silencio se volvió mi amigo
con la esperanza de que mi pecado ardiera y aliviaría mi boca,
disolviéndose como el azúcar en la lengua,
pero la vergüenza se quedó como un regusto persistente.
Y en un intento por devolverme a la santidad,
mi madre me dijo que era un milagro que podía crecer y ser lo que quera.
Decidí… ser un chico.
Fue lindo.
Llevaba gorro y una sonrisa desdentada,
mi rodillas peladas fueron mi credo,
jugué al escondite con lo que quedaba de mi futuro.
Fui aquello.
Campeón en un juego que los otros niños no podían jugar.
Fui un misterio anatómico,
una pregunta que se quedó sin respuesta
un caminante por la cuerda floja
entre el niño torpe y la niña que pide disculpas.
Y al cumplir los 12, la fase muchacho dejo de parecer encantadora.
Encontró tías nostálgicas
que querían verme las rodillas a la sombra de las faldas
y me recordaban que mi actitud nunca iba a traerme un marido en casa,
que yo existo para el matrimonio heterosexual y la procreación.
Y me tragué sus insultos junto con sus afrentes.
Naturalmente, no salí del armario.
Los niños de mi escuela lo abrieron sin mi permiso.
Me llamaban con un nombre que yo no entendía,
me decían “lesbiana”,
pero yo era más niño que niña, más Ken que Barbie.
No tenía que ver con odiar mi cuerpo,
lo amaba lo suficiente como para liberarlo,
lo traté como a una casa.
Cuando la casa se cae a pedazos,
uno no la abandona,
la acondiciona para que albergue todo lo que es,
la embellece para invitar huéspedes,
uno refuerza sus cimientos para que resistan.
Mi madre teme que me inspiré en elegir mi nombre en cosas efímeras.
Conforme cuenta los ecos dejados por Mya Hall,
Leelah Alcorn, Blake Brockington
teme que yo muera sin palabra,
que me vuelva la conversación de “qué vergüenza” en la parada del bus.
Afirma que me he vuelto un mausoleo,
que soy un ataúd andante,
que los titulares han convertido mi identidad en un espectáculo.
Bruce Jenner está en boca de todos
mientras la brutalidad de vivir en este cuerpo
se convierte en un asterisco al pie de las páginas sobre la igualdad.
Nadie nos ve nunca como humanos
porque somos más fantasmas que cuerpos,
porque la gente teme que mi expresión de género sea un truco
que existe para ser perversa
y atraparles sin su consentimiento,
que mi cuerpo es una fiesta para sus ojos y manos
y que una vez se alimentan de mi extrañeza
regurgitarán las partes que no les plazcan.
Me pondrán de vuelta en el armario, colgado junto a los otros esqueletos.
Seré la mejor atracción.
¿Ven lo fácil que es empujar a la gente para convertirse en ataúdes,
y ponerles los nombres equivocados en las lápidas?
Y la gente todavía se pregunta por qué los chicos se corrompen,
por qué andan por los pasillos de la secundaria
con miedo de ser etiquetados en un instante,
con miedo a que los debates en clase se vuelvan un juicio final
ahora, cuando la sociedad acepta
más niños transgénero que los hacen los padres.
Me pregunto cuánto tiempo se tardará
para que las notas de suicidio trans empiecen a ser superfluas,
para que entendamos que nuestros cuerpos se vuelven lecciones sobre el pecado
mucho antes de que nosotros aprendamos a amarlos.
Como Dios no se apiadó de esta vida y no fue misericordioso,
como mi sangre no es el vino que lavó los pies de Jesús,
me estoy atragantando con mis oraciones.
A lo mejor ya estoy curado
o tal vez no me importe,
quizás Dios al fin escuchó mis plegarias.
Gracias.
(Aplausos)
#FairSaturday
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